Ya es el enésimo conflicto con van der Holst, solo para ilustrar que con esos músicos no se puede trabajar juntos.
Yo tendría razón al decir que The TROGGS es un nombre feo, pero esa fealdad «sería la intención del artista».
Mi réplica fue «La intención del artista, eso es precisamente lo que al artista le importa un comino».
Ahora, van der Holst, por supuesto, no es realmente un músico, es más bien un escritor de textos que aprendió a rasguear.
Y eso aplica en realidad para todas las personas con las que he trabajado, todos escritores de textos que, en pura desesperación, aprendieron a rasguear porque no recibían encargos para sus brillantes textos.
¿Acaso hay músicos en los Países Bajos? Porque esa gente que intercambia 1 o 2 teclas en un sintetizador tampoco puedes llamarla músicos. No, entonces pienso en alguien como Prince. Eso no lo tenemos aquí.
Así que, en su mayoría, son todos escritores de textos que aprendieron a rasguear o a tocar instrumentos de viento porque de otra manera no tenían nada que hacer.
‘De Trokjes’ es un nombre mucho más hermoso, van der Holst.
En fin, ¿qué deberías hacer con la gente en los Países Bajos que FINGE ser músicos? Hay dos opciones: contra la pared es lo más evidente, pero solo es realizable en un mundo ideal.
Una mejor solución es darles sus propios programas y esperar que empiecen a canibalizarse entre ellos.
Que Pietje, que sabe combinar esas dos teclas, se canse tanto del rasgueo de Frits… oh, ese tipo de fantasías puedes entregarte a ellas sin fin. La cuestión es que aún no existe una buena solución para los «músicos».
Toda esa multitud de escritores de textos que aprendieron a rasguear porque las leyes de derechos de autor les arrebataban los encargos es uno de los problemas musicales más agudos de los últimos cien años, pero solo yo me atrevo a hablar de ello.
Quizás sea mejor que vuelva a mi libro de LSD.
Le saluda atentamente,
Martinus Benders