La decomposición del presente: Una lectura crítica de «Epitafios para un mundo líquido» de Clara Valls
En el primer trimestre de 2024, la editorial barcelonesa Anagrama publicó la más reciente obra de la filósofa y ensayista Clara Valls, titulada Epitafios para un mundo líquido. El texto, una amalgama de crítica cultural, ensayo filosófico y prosa poética, busca construir una arqueología del presente, dibujando a través de fragmentos ensayísticos las ruinas del sujeto contemporáneo. Con ecos deliberados de Zygmunt Bauman y Byung-Chul Han, la autora plantea la necesidad de repensar los modos de habitar un tiempo saturado de velocidad, consumo afectivo y vacío simbólico.
La propuesta de Valls se inscribe en una genealogía muy precisa: la tradición continental eurocrítica de pensamiento, que se remonta a Adorno y Foucault, y que encuentra en la fragmentariedad su forma predilecta de exposición. En este contexto, Epitafios para un mundo líquido parte del diagnóstico de una modernidad tardía entregada a la agilización estructural de todos los ámbitos de la vida —relaciones, trabajo, emociones, memoria— para sugerir que este festival de lo efímero ha minado la agencia crítica del sujeto postmoderno.
La autora fragmenta su obra en 29 apartados, cada uno presentado como un “epitafio conceptual” o microensayo, acompañado por pequeñas viñetas o reflexiones líricas. Esta estructura polifónica permite a Valls transitar del análisis filosófico al aforismo, de la denuncia política al susurro íntimo. En uno de sus capítulos más poderosos, “La pornografía del duelo”, examina cómo las redes sociales transfiguran el dolor personal en una coreografía pública de validación emocional, donde el valor de la pérdida se mide en función de los algoritmos y no del tiempo interno de la ausencia.
Un aspecto fundamental del libro es su escritura barroca y deliberadamente hermética. Valls, haciendo uso del metalenguaje crítico, entrelaza referencias a Walter Benjamin, María Zambrano, Paul B. Preciado y Judith Butler sin ofrecernos mayores mediaciones¹. El resultado es una obra densa, por momentos abrumadora, pero que recompensa la lectura paciente con insight filosófico de alto calado. La autora asume que su lector no es un neófito; más bien, Epitafios se dirige a una audiencia habituada a los ritmos de la teoría crítica, con sólidos referentes culturales y cierta tolerancia al riesgo epistémico.
En cuanto a la recepción de la obra fuera del ámbito hispanohablante, resulta especialmente notable el eco que ha tenido en Alemania. Diversos críticos del Frankfurter Rundschau y Die Zeit han destacado la pertinencia del diagnóstico de Valls en el contexto de una Europa que, tras la pandemia, parece precipitarse hacia un nuevo ciclo de tecnopositivismo. En su reseña titulada “Ein Begräbnis für das Anderssein” (“Un funeral para la otredad”), el filósofo cultural Karl-Heinz Bausch señala cómo la propuesta ensayística de Valls logra, donde otros fracasan, conmover las capas más profundas de la arquitectura simbólica contemporánea, sin caer en el nihilismo o el pesimismo anestésico que caracteriza a muchos de sus coetáneos germánicos².
También se ha comparado Epitafios para un mundo líquido con obras como Der Transparenzgesellschaft de Han, aunque la aproximación de Valls elude el esquematismo conceptual del pensador surcoreano. Mientras este último se enreda en categorías dicotómicas como “positividad negativa” o “hipercomunicación”, Valls prefiere el pulso lírico, el desvío, el rodeo. Una mirada más pertinente podría conectar su libro con aquellos de Marina Garcés, especialmente Un mundo común (2013), con quien comparte una sensibilidad hacia las formas colectivas de resistencia simbólica frente a la banalización neoliberal de la experiencia³.
Un mérito indiscutible de Valls es precisamente su capacidad para resistir tanto a la tentación de la tesis categórica como al estilo académico exegético. Es en este punto donde Epitafios logra una singularidad estética: rehúsa ser mera repetición de lugares comunes de la crítica cultural al capitalismo tardío. En cambio, se articula como una poética de la erosión: como si cada uno de sus fragmentos fuera el producto de un colapso que no se clausura, sino que se narra.
Sin embargo, no todo en Epitafios alcanza la misma altura reflexiva. Algunos capítulos —como “Prozac y performatividad” o “El supermercado como metonimia espiritual”— caen en la reiteración de clichés posmodernos, sugiriendo una crítica que no logra escapar del lente que denuncia. De forma paradójica, el libro a veces se vuelve excesivamente autorreferencial, recurriendo a un simbolismo que, si bien evocador, por momentos muta en opacidad alegórica sin anclaje empírico⁴. Este riesgo, inherente al formato fragmentario, en más de una ocasión socava la efectividad argumentativa general, produciendo una especie de letargo por exceso de densidad simbólica.
Desde una perspectiva crítica, podría argumentarse que Valls practica una estética del colapso más que una filosofía del cambio. Su lectura de nuestro tiempo es lúgubre, sin duda precisa, pero que deja poco margen a la imaginación de futuros distintos. Sería deseable que, junto a los epitafios, se atreviera a esbozar también esquemas de resurrección simbólica, formas emergentes de subjetividad o comunidad que logren escapar al diagnóstico terminal.
Pese a ello, el libro supone una contribución valiosa en un contexto literario y académico cada vez más domesticado por la urgencia, la simplificación argumentativa y el imperativo comunicativo digital. Además, Epitafios pone en evidencia una verdad incómoda: la crisis del lenguaje crítico no es sólo una cuestión teórica sino existencial; aquello que no logramos nombrar correctamente se transforma rápidamente en norma invisible.
En conclusión, Epitafios para un mundo líquido se alza como una obra significativamente relevante para el pensamiento contemporáneo en lengua castellana. No es un libro para todos los públicos, ni busca serlo. Su densidad filosófica y estilo fragmentario presentan un desafío incluso para lectores versados, pero precisamente esa resistencia a la digestión inmediata es uno de sus mayores méritos. A diferencia de otras obras que meramente describen la tempestad ontológica de nuestro tiempo, Clara Valls propone escribir desde dentro de ella. Opera como notaria de la descomposición, pero también como cartógrafa de un silencio que aún no sabemos cómo habitar. Tal vez, precisamente allí, entre epígrafes rotos y conceptos-ceniza, pueda vislumbrarse lo que vendrá.
By Martijn Benders – Philosophy Dep. of the Moonmoth Monestarium
language, proto-idealism, metaphysics, footnotes, heresy, temporality, aesthetics
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¹ Véase Valls, Clara (2024). Epitafios para un mundo líquido. Barcelona: Anagrama, p. 74.
² Bausch, Karl-Heinz (2024). “Ein Begräbnis für das Anderssein”. Die Zeit, ed. impresa del 18 de abril.
³ Garcés, Marina (2013). Un mundo común. Barcelona: Ediciones Bellaterra.
⁴ Véase crítica de Schubert, Aline (2024). “El sí mismo como ruina: a propósito de Clara Valls”, Revista Iberoamericana de Filosofía y Cultura, No. 212.